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En Residencias Dignas pensamos que las personas mayores no son despojos inútiles de esta sociedad que deban ser aparcados, arrinconados. Son las personas que nos han dado la vida, que han construido la sociedad en la que hoy vivimos, son nuestros maestros, nuestros predecesores, son nuestra propia historia. Y dependen de nosotros. Por ello, creemos que se merecen la atención necesaria que garantice su bienestar físico y emocional, que les ayude a mejorar su calidad de vida.
Para ello, tanto los profesionales de la residencia en la que viven como sus propios familiares, debemos intervenir para lograr este objetivo. Los profesionales han de encargarse de velar por la seguridad y la salud de los residentes, sin desatender el aspecto humano. Los familiares debemos velar para asegurarnos que la atención que están recibiendo por parte de estos profesionales se ajusta a las necesidades de cada uno de ellos, y ante todo, por darles el afecto que necesitan. Es primordial que el familiar tenga el derecho a colaborar activamente con voz y voto en el nuevo hogar de su mayor.
La sociedad, representada en sus políticos y administraciones, tiene el deber de no dejar indefensa a la persona cuando más la necesita, cuando ya no puede valerse por sí misma, cuando vuelve a convertirse en dependiente.
Cada poco tiempo salta a la luz la pésima atención que se presta en otra residencia de la tercera edad. Las quejas se amontonan en los distintos servicios y medios de comunicación. Afrontar el problema, legislar leyes y controles severos que permitan que en el futuro no volvamos a escuchar un caso de maltrato o abandono en ninguna residencia, es una obligación urgente e ineludible de nuestras administraciones.
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